Preservar la Salud en Medicina China.

17 de diciembre de 2008







Escrito por: El Juan An.


Uno de los intereses fundamentales de la medicina tradicional China, sin duda es la prevención de enfermedades y malestares del alma. Aunque obviamente es una medicina capaz de sanar patologías ya instauradas, su principio es preservar la salud del individuo y de la comunidad.


Es razonable que esta forma que tenían nuestros antepasados de concebir la salud fuese tan valorada, ya que su actividad era eminentemente agrícola, y por lo tanto el sustento y la supervivencia de sus clanes dependía de un estado óptimo de las facultades físicas y mentales de los campesinos. En este sentido cabe rescatar una máxima de un texto antiguo de Medicina Tradicional China, en la que se dice lo siguiente: “Un buen médico es aquel que sana antes de que surja la enfermedad, un médico mediocre es aquel que sana cuando la enfermedad empieza a manifestarse, y un mal médico es aquel que sana cuando la enfermedad ya ha aparecido.” Sin duda podríamos decir que establece un planteamiento totalmente contrario al que se utiliza en la medicina occidental, donde la enfermedad se ha abordado más con una actitud invasiva y con excesiva incidencia en la sintomatología.


Es por ello que, debido a la importancia que tiene el vivir acorde con los acontecimientos universales y cosmogónicos en los que estamos involucrados los seres humanos, y considerando nuestra realidad espiritual, energética y afectiva, quiero aportar en este apartado algunas de las medidas y hábitos de vida que la tradición médica de oriente nos ha entregado como preciosa simiente de una longevidad rebosante de vida y alegría.


Si lo que caracteriza a la vida es el movimiento, vamos a tener la precaución de movernos ágilmente a nivel de pensamiento, sentimiento y acción, para prolongar nuestra existencia y hacer que estos tres planos se alineen entre ellos. Así conseguiremos que lo que pensemos esté en sintonía con lo que sintamos y con lo que posteriormente vayamos a realizar como acción, integrando estos tres tipos de movimiento. Un ejemplo de desalineación es el siguiente:


Hemos pensado en cocinar un pollo a la Pantoja y acompañarlo con un Lambrusco, pero en realidad sentimos que deseamos mejor un sabroso Solomillo relleno de ciruelas pasas y orejones, con un buen Marqués de Murrieta, y al final en la acción terminamos encargando por teléfono unas hamburguesas de carne de Trols y unas Coca Colas “light.” ¡Vamos, para darnos con una babucha en el cielo de la boca!


Pues un primer ejercicio preventivo para unir estos tres niveles es movilizar todas las articulaciones del cuerpo una por una, desde los dedos de los pies hasta la cabeza, pasando por tobillos, rodillas, caderas, cintura, columna, dedos, muñecas, codos, hombros, cuello, mandíbulas; realizando la movilización de las articulaciones en todas sus posibilidades, lentamente, y de forma circular en las que lo permitan, o bien haciendo flexiones con los dedos, rodillas, torso y codos; respirando profunda y suavemente. La columna vertebral la calentaremos inclinándonos hacia delante he intentando tocar las puntas de los pies.


¡Ah, una sugerencia! Si al agacharse se le escapara alguna traca, recuerde que siempre se le puede echar la culpa al perro. Así vamos a conseguir que nuestra energía, o Qi como la denominan los orientales, fluya libremente, como un riachuelo de aguas vivas, ya que dicha energía suele estancarse en las articulaciones produciendo diversos desarreglos.


Podemos asegurar con conocimiento de causa, que este sencillo trabajo de Qi Gong ha ayudado a personas con enfermedades degenerativas del sistema neuro-muscular a tener una muy aceptable calidad de vida. Indicado en dolores y en todo tipo de patologías. Indicado para personas sedentarias que se mueven menos que el representante de Dyango. Es recomendable practicarlo al menos cinco u ocho minutos cada día al amanecer.


A nivel de pensamiento es necesario no mantener prejuicios, ni estructuras mentales fijas y rígidas, intentando pensar más unitariamente.


En cuanto a los sentimientos, por favor no seamos esclavos de sus embates, para que nuestro espíritu pueda danzar jubiloso cual hechicero, sin la pesada armadura en la que llegan a convertirse las emociones bloqueadas.


El humor:


¡Ay, el humor! ¿Qué decir de él? Pues algo se puede decir. Quizá sea el más serio de los sentidos, y por ello nos atrevemos a comentar que es de vital importancia para sentirnos vivos. El humor es reírse, sí, de cualquier cosa y hasta de nuestra sombra, pero es mucho más que eso. El humor es un estado anímico donde reconocemos el chiste que es la vida por sí misma, y en este descubrimiento mantenemos una alegría fresca, espontánea, que transciende los acontecimientos aparentemente buenos o malos. A veces es una carcajada sonora, otras veces es una mirada luminosa y tierna, en ocasiones el humor es una respuesta ingeniosa que asombra. Y en otros momentos se antoja como un sortilegio de Kabukis y colores. Sería una alegría que se siente en el corazón por el simple hecho de estar vivos. En palabras de mi maestro: “del humor emana el amor que aleja el temor y disuelve el tumor.”


Y así, con ese sentido preventivo en el que estamos intencionando, dispongámonos a aspirar permanentemente ese aromático humo que dibujando una sonrisa va descendiendo del gran humorista de la creación.


La sexualidad:


Como al fin hemos descubierto que el sexo no es pecaminoso, y que por el contrario conmueve sensiblemente al espíritu, elevándolo a estancias sagradas, vamos a cuidar que cada relación íntima esté basada en algún nivel de afecto. El tiempo deberá pararse, de forma que el encuentro entre los amantes sea prolongado y libre de cualquier presión. Los Chinos llamaban a esto recuperar el buen insomnio.


La vestimenta:


Cada cual debe vestirse como desee, pero desde un aspecto preventivo es importante que la ropa no esté demasiado ceñida. Procurar no apretarse mucho el cinturón, y si en algún momento nota que se le salen los ojos de las cuencas, pruebe a aflojarse un poquito los cordones de las botas. Los mega-relojes de pulsera tipo “pelucos” cuélguelos mejor en la pared del salón y disfrute luego de su nueva mano.


La alimentación:


En relación a la alimentación habría que tener en cuenta aspectos como el sabor, el color y la temperatura de los alimentos. La tradición es clara cuando se refiere a cuidar los sabores, por ser estos los que desde un planteamiento energético van a nutrir nuestro organismo, siendo el salado un sabor que nutre a los riñones y el ácido un sabor que nutre al hígado. El amargo se corresponde con el corazón, el dulce y el insípido pertenecen al bazo y el picante al pulmón.


En esta esfera de acción de los sabores como sustentadores de los órganos, no contemplaremos los principios inmediatos de los alimentos, ya que estos pertenecen a un enfoque material de la nutrición, donde se tienen en cuenta las sustancias químicas. La recomendación es que incorporemos a la comida una pizca de cada sabor, jugando con las diferentes combinaciones, pero teniendo la precaución de dejar siempre uno fuera de estos cinco sabores que hemos mencionado. Así evitaremos estancamientos de el Qi. Ejemplo: “si tomamos ortiguillas, servesita, asitunitas aliñá y caracoles en el Bartolo,” es decir, salado, amargo, ácido, y picante, deberíamos de no tomar postre dulce en esa comida.


Los colores de los alimentos también van a nutrirnos por la influencia de su energía cromática, así que cuidemos su presencia en la presentación de los platos, procurando realizar una artística conjugación de los mismos, dando nuestro personal toque de belleza. Tratemos de no ingerir alimentos fríos, nuestro estómago es amigo del calor, y acepta bien los alimentos calientes. Así su trabajo energético requerirá menos esfuerzo, y el Qi se distribuirá libremente por nuestras vías internas. Por tanto, si en un bar nos ponen un vaso de agua, y notamos que esta está más fría que la medalla de Drácula (que es como habitualmente la sirven), esperemos un poco, para que nuestro fuego no se avive más de la cuenta en su intento por calentar el producto que le ha llegado. Teniendo en cuenta esta recomendación, estaremos cuidando considerablemente nuestra vitalidad.


Los productos, a ser posible, que procedan de la zona y de la estación. Es una buena costumbre quedarse con un poco de apetito, en lugar de darse atracones. No quiero olvidarme de algo que me parece muy necesario, bello y solidario, que es agradecer al Cielo los alimentos que vamos a tomar. Quien no sea creyente puede dar gracias a la vida o a la naturaleza, pero que no pase por alto esta digna disposición. Son muchos los seres humanos que no tienen nada que llevarse al estómago, por eso y sin caer en sentimientos de culpa, seamos agradecidos por el privilegio que supone poder comer todos los días de la vida.


La respiración:


La respiración constituye nuestra alimentación celeste. Se nos da gratuitamente, sin hacer nada para obtenerla. La respiración nos hace ser inevitablemente solidarios, ya que respiramos aire que procede de todos sitios, incluyendo aquellos lugares de los que muchas veces, por causa de nuestro ego, no queremos saber nada. Respirar con el abdomen es recuperar nuestra respiración más instintual, aquella que realizábamos de niños tan naturalmente. Cuando respiramos sólo a nivel torácico, estamos limitando nuestras capacidades. Si la respiración es profunda y umbilical, el diafragma baja y nuestros órganos reciben constantemente un masaje en el que se moviliza el Qi, y se mantiene una depuración y un buen funcionamiento orgánico. El aire que reciben nuestros pulmones está cargado de información de la que luego nos impregnamos, pudiendo ser una oportunidad de recordar, aprender, e intuir acontecimientos que aún no han sucedido. Por eso, quienes practican trabajos respiratorios, saben que éstos favorecen la amplificación de los estados de la conciencia.


Quedémonos tranquilos, respirando profundamente, unos minutos al día para que el Prana del cielo realice su alquimia, y se produzca en nuestro cuerpo la Gran Obra, como así le llaman los Taoistas.


La siguiente medida preventiva no la enunciaré, sino que la introduciré a modo de eslogan publicitario:


“¿Es usted más serio que Rouco Varela en un concierto de Tabletón? ¿Desde cuando no formatea el disco duro de su cerebro?¿Se siente más perdido que el Po Zí en Cuarto Milenio?”


¡Pues medite, cooñoo! Si contemplamos la naturaleza descubriremos que todo el universo medita con su fusión de quietud y movimiento.


Una posible forma de meditar:


Siéntese en el suelo sobre un cojín, con las piernas cruzadas, la columna recta y los hombros relajados, ponga las manos abiertas sobre las rodillas con las palmas hacia arriba. Una los dedos índice y pulgar de cada mano formando un círculo, y extienda los tres restantes. Pegue la punta de la lengua al paladar, cierre ligeramente los párpados y respire serenamente, llevando el aire a la zona del ombligo. Cuando nos asalten los pensamientos, pase totalmente de ellos, como cuando pasaron de usted aquel sábado en el que todos se fueron de barbacoa y no le avisaron. Al principio atacarán como avispas, pero déjelos, no se enganche. Piense que su mente es un río que atraviesa y que su corriente se lleva esos pensamientos. Ayúdese, si lo precisa, visualizando una luna plateada. Realícelo sistemáticamente todos los días quince minutos al menos, procurando no moverse. Los sentidos se irán purificando y amplificando, permitiendo a su corazón que se desencadene de juicios dualistas.


Así evitaremos que la energía “Yin” se estanque y conseguiremos que la energía “Yang” se ritme para que no se escape violentamente. Al bajar la intensidad respiratoria no avivamos el fuego interno, impidiendo así que éste consuma el agua. De esa manera el eje agua-fuego se mantiene en equilibrio. La meditación es el ayuno mental, es limpiar el polvo del espejo de la mente para que refleje como el primer día, en nuestra insólita travesía por las estrellas.

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