Poema: "El Vino"

29 de abril de 2009

Tú, distinguido compañero en mi caminar,
esencia que sentencias en el paladar.
Tu, desangrado Tinto y Bermellón,
sin vergüenza en mi cabeza
y en mi alma benefactor.
Sagrado licor que me bañas en desnudez,
te vi acoger a toda casta,
encendiendo mi mesa y la del buen burgués.
Pudieras parecer bíblico y pagano,
mas por encima abrigo en el camino
de nuestro vagar humano.
De las antiguas orgías inductor y padre,
de las juergas de la alegría, seductor afable
hoy en una brizna de luz de este chorro escarlata
hacia tu espíritu marcho,
allá entre mi preciada bota
y la boca que ensancho.

Por Juan An

Sorpresas Te Da la Vida, en Re Mayor.

15 de abril de 2009

Por: El Juan An.





"Sorpresas te da la vida, la vida te da sorpresas."


Así es, y aunque esta letrilla pertenece a una canción que siempre me pareció bastante bonita, no solía ser en mí, una constante el impresionarme con el panorama musical que acompañaba mi adolescencia, ni siquiera mi recién estrenada adultez, que exclusivamente fue consolada con los levitantes himnos de El Ultimo de la Fila, y los sonidos más vampíricos del pop británico, que tanto me conmovió, y lo sigue haciendo.

Pero como digo , sorpresivamente, y cuando mí sensibilidad musical empezaba a resignarse iremediablemente a las melodías más insípidas y desganadas de la historia del arte, y me refiero a la adolecida época de los 90, el destino me regaló algo que me haría nacer a sensaciones musicales que jamás pensé que existían. Era como tener el mar frente a ti cuando el bochorno veraniego te aploma y no reconocer que esas aguas pueden ser un bálsamo de frescura en tu piel.

Porque, aunque la música clásica siempre estuvo ahí, intentando coquetear con mis sentidos, nunca me atreví a probar su pócima, ya que ponía resistencia a esa enmarañada marea de notas, desprovistas de guitarras y baterías, de las que mis oídos no hacían lectura. Y a esas carátulas de discos , muchas veces en tonos ocres y marrones y que mostraban los rostros languidecidos de unos músicos anticuados y demasiado alejados para mi “body”, en el tiempo y en la estética. Y fue gracias a un inquietado personajillo de aspecto desaliñado, melómano de pro, de esos apasionados, que se montan su propio opus, tocando el violín con una paletilla de jamón y una percha, y dicho sea de paso, que se ha convertido en uno de mis amigos más adorados, ahora soy yo quien fermenta en pasiones, dirijiéndo delante de la mini-cadena, la inconmensurable Júpiter de Mozart con una aguja de mi madre, de las de hacer punto de media.

Recuerdo que me quedé absorto cuando por primera vez, escuché completa la novena sinfonía de Beethoven, La Coral, obra que fue compuesta cuando el músico Alemán, ya estaba más sordo que el jefe de máquinas de un barco mercante. ¿Cómo podía ser eso posible? Es como si un nota con 37 dioptrías en cada ojo pintara uno de los frescos más impresionantes de la historia y se quedara tan a gusto.

Todo el mundo opina que la locura es un mal indeseable, pero no es del todo cierto. Si no, que se lo pregunten a los amantes de la obra de Schumann, que merced a que tenía un buen plomillazo dado, desgranó monumentales melodías, que de haber estado cuerdo, tal vez no las hubiese cazado jamás de entre las musas. Y si no fuera porque me gusta más una mujer que a Martina Lavratilova, os confesaría que los conciertos para flauta de Antonio Vivaldi, hoy me entran solos por el culito y sin vaselina.

Una vez mi compadre Rafa, el inductor de mi afición a este universo de los clásicos, me hablaba de la inacabada octava sinfonía de Schubert, y me decía que ningún estudioso se ponía deacuerdo en cuanto a los motivos que llevaron al genio a dejar a medias aquella composición. Mi amigo sin embargo opinaba con mucha gracia que los dos primeros movimientos eran unas piezas tan bellas que no tuvo cojones de terminarla. ¡Qué lástima que el chiquillo duró menos que una saliva en una plancha! Pero seguro que en su inmortalidad, que la tiene, sigue haciendo sus famosas Schubertiadas, bordando hermosos Lieder en las tabernas del cielo. Quizá, la única pega que le pongo a esta manifestación artística surgida en la vieja Europa, es que huele demasiado a huevos, en detrimento de las mujeres compositoras, que existieron, pero que desafortunadamente una vez más quedaron encerradas en la cajita musical del olvido.

Declaran los entusiastas, que la música es la vida, y en cierto modo, razón no les falta. Y sería una celebración que los jóvenes conocieran y se empaparan del legado de dos siglos que fueron brillantes para este género, del cual, el poder cultural y económico, les ha sabido privar, ofertándoles una única cara de la moneda.

La música clásica es un presumido camino de inflorescencias, donde cada pentagrama se inunda de fantasías cromáticas, pues hay música de cualquier color. Se componían Sonatas doradas, Adagios azules y misas púrpuras.

Y yo he aprendido a amarla, desplegando los lienzos vírgenes de mi corazón, para que sean impresos de su gloria.

Ahora sé navegar sobre impetuosas escalas que se proyectan como deidades hacia las estrellas. Ahora siento como vibran mis entrañas cuando mi espíritu se aventura entre acordes de nácar que van acunando notas de frenesí. Y cada cierto tiempo , en la noche, cuando un claro de luna me va robando los suspiros, suelo preguntarme sobrecojido, ¡Oh, Dios de los Cielos! ¡¿Cómo habría sonado para el mundo la décima sinfonía de Beethoven?!

Sanarse en la Fantasía

1 de abril de 2009

Escrito por: El Juan An.


Los seres humanos de tiempos remotos, parece ser que poseían la capacidad de maravillarse de todas las expresiones de vida en las que se sentían inmersos, establecer comunicaciones con entidades inmateriales, o ser partícipes de experiencias que bien podrían rozar lo prodigioso. Y digo parece ser puesto que cuando una época anterior, no encaja perfectamente dentro de un tiempo lineal, se convierte para las mentes racionalistas en un periodo incierto que más bien tendría que ver con mitos y leyendas, que con un acontecimiento real .

Ni que decir tiene que cualquier documento escrito que pudiera dar testimonio de la veracidad de dichos periodos, termina siendo tachado por los historiadores más ortodoxos y subjetivos con el calificativo de narraciones exóticas, que recogen elucubraciones, infundadas creencias o supersticiones.

Así ha ocurrido con ciertas culturas antiguas, como la cuestionada primera dinastía China, denominada Xiá, a pesar de los recientes hallazgos arqueológicos que vierten luz a favor de su existencia. O de la mítica Atlántida descrita por Platón. O posibles civilizaciones anteriores a la Maya o a la Egipcia.

Podríamos preguntarnos: ¿Qué relación guarda esta explicación con la fantasía y con lo mágico? Pues verán. Leyendo sobre los estilos de vida que estos supuestos seres de la alta antigüedad desarrollaban, así como su forma de pensar y de relacionarse con el medio natural en el que habitaban, podemos apreciar cómo el mundo fenoménico era percibido por ellos con características muy diferentes a como la sentimos los seres humanos de la actualidad.

Todo indica que su dinámica mental se movía hacia una tendencia unitaria, y no dualista como ocurre en los seres humanos modernos. Tanto su pensamiento como su sentir en base a lo que nos ha llegado gracias a las tradiciones animistas, no estaban disociados entre fantasía y realidad, entre materia y espíritu, entre la vida y la muerte, entre el estado de sueño y el de vigilia o entre lo animado y lo inanimado, asumiendo el fenómeno que llamamos vida como un proceso integral, donde la multiplicidad de acontecimientos que componen la existencia, no era más que la aparente e ilusoria diferenciación en partes de una totalidad. De una red que conecta todo con todo. De una trama universal donde los procesos no se dan aisladamente, sino que pertenecen a un solo cuerpo sutil.
Sabemos, merced a la ciencia, que la materia concreta, desde una visión abierta, es una densificación de la energía, que se ha lentificado. Como nuestros sentidos sólo pueden percibir esta realidad concreta, nos lanzamos a pensar que esa es la única realidad, pero honestamente, es una torpeza humana hacer esta aseveración con rotundidad, rechazando la existencia de otros planos de vida. Pues no hemos tenido en cuenta que nuestros sentidos tienen un límite de percepción, y que debido a ello, sólo podemos advertir una parte muy pequeña de las múltiples dimensiones que nos rodean.

Muchas especies animales han desarrollado sus capacidades sensoriales con mayor agudeza y amplificación que los humanos. Así es que pueden percibir movimientos sísmicos con días de antelación, o visualizar imágenes inapreciables para los hombres. ¿Cuantas veces no hemos observado como los gatos caseros dan gañafadas en el aire, dirigiendo el ataque hacia una misma dirección, donde no hay absolutamente nada apreciable? ¿O cuantas veces los perros no habrán ladrado a la pared, con los ojos clavados en algún punto exacto, donde no había nada, ni siquiera sombras? Y no piensen que insinúo que están viendo muertos ni cosas así, ¡no! lo que pretendo explicar es que, si nuestros sentidos tienen una capacidad limitada para apercibirse de la realidad, no estamos en condiciones de definir que es realidad, y que no lo es, ya que ni siquiera podemos comprender, ni interpretar sin dificultades, qué es el mundo concreto, el mundo que vemos, olemos, palpamos y oímos. Obviamente esos animales están viendo algo que para ellos es real, aunque el fenómeno en sí no pertenezca a este plano, y no creo que podamos decir que es fruto de su mente, ya que los estaríamos catalogando como esquizofrénicos, porque entonces todos los gatos y perros del mundo estarían locos.

Exactamente igual sucede con los niños, cuando en sus primeros juegos, incluyen a seres invisibles, con los que comparten su tiempo y su espacio. Con los que se ríen he intercambian secretos. Para estos niños sus compañeros invisibles son tan verdaderos como cualquier otro amigo. No creo que se deba a ningún tipo de trastorno psíquico, ni ninguna inmadurez cerebral. Realmente lo están viviendo con total intensidad y naturalidad.

Quienes sabiamente, son capaces de asombrarse de todo cuanto les rodea, porque asimilan la vida como un acontecimiento, único, insólito misterioso e incomprensible, no hacen distinción entre fantasía y realidad, ya que para ellos un arco iris, un cielo adornado por la Aurora Boreal, o un atardecer cualquiera es un espectáculo mágico y milagroso, que por si mismo tiene connotaciones de fantasía y de ilusión. Por supuesto no están locos, son personas con los pies bien posados en el suelo, pero con la consciencia libre de prejuicios y de dicotomías, por eso no son seres tarados, ya que su mente es atenta, clara y concentrada. Aceptando esta forma de sentir la creación, nos animamos a expresar que habitamos en una realidad fantástica y a la vez toda manifestación, es una fantasía muy real.

Hay una anécdota muy interesante que cuenta como un señor inglés de mentalidad occidental, visitó un lugar de América poblado por aborígenes, y al ver a un indígena hablando con un árbol, se le acercó y con escepticismo le preguntó:

-¿De verdad, tú puedes hablar con los árboles?

Entonces el indígena se giró y le respondió muy sorprendido:

-¿Pero es que acaso tú no?

Es lastimoso que muchas religiones hayan tratado la fantasía como algo negativo y peligroso. Así la imaginación, el vuelo y el fantasear han sido considerados como sombras del diablo a las que hay que apartar a toda costa, . Han propagado la idea de que la fantasía, los cuentos y la magia, son vivencias dañinas porque nos distraen alejando nuestros pensamientos de Dios y de las escrituras. Como si lo divino, siendo una fuerza increíble e inconmensurable, no nos hubiese dado suficiente muestra de fantasía viva, con sus encantamientos, colores, cortejos y oasis. Como si la inagotable creación no contuviese suficiente gracia, chispa, variedad y alegría para crear magia ilusión y filigranas de luceros y paisajes. Como si lo eterno no poseiera recursos humorísticos, para rociar a su antojo el universo, con espirales, ensueños e infinitos hechizos de nebulosas.

Podemos impregnarnos de esa vía sanadora que es la fantasía. Una forma cercana de liberarnos de las limitaciones, de sanar los atascos que nos crea tanta lógica predominante, y la obsesiva materialidad. Toda una oportunidad de sanarnos volviéndonos creativos, rescatando esa inocencia olvidada que los adultos adulterados, queremos abortar en los niños ya desde sus primeras experiencias, inculcándoles la sentencia de la cruda realidad.

Que cruda realidad, ni que pollas en vinagre! Pintémosles coloretes y alas a las penas del alma. Poseemos suficientes entramados neuronales, como para parar cuarenta trenes, quinientos carromatos y diez mil dragones, y luego echarlos a correr y a volar de nuevo si queremos.

Soñemos despiertos.

Sin necesidad de drogas de éxtasis, ni acido, ¡ni su puta madre y padre! ¿Por qué no? Pensemos en un tigre azul sobre el cual galopar entre selvas encantadas. Inventemos un planeta, hecho de aguas coloreadas, que sea habitado por duendecillos de luz, que anden siempre de parranda. porque en la medida en que lo pensamos, lo estamos creando. ¡Ya es real!, ¡existe!, aunque en una esfera vaporosa, etérea, lumínica, a pesar de que lo rechacemos por nuestra férrea inclinación a aceptar como real sólo lo tangible y manipulable.

Acaso todo lo que nos rodea, ¿no es el fruto de una idea, de un pensar, de una imaginación, que luego se transformó en objetos, en casas y ciudades? ¿Cuánto no tendrá entonces de auténtico y valioso el mundo de los pensamientos, que es capaz de proyectarse y generar otros mundos de productos útiles y prácticos?

Usemos todo nuestro potencial creativo. No es malo. No nos va a desconectar patológicamente de la realidad, al revés, nos sintoniza armoniosamente con ella. No es pagano, ni pecado fantasear "¡Joé!" Ni es ninguna debilidad inspirada por demonios ni por “demonias”. Es bucear en las maravillas por descubrir, es volar lejos, muy lejos, envueltos en la belleza de la creación, que nos recuerda con su amor, que juntos somos viajeros en el camino de lo siempre posible.