Sanarse en la Fantasía

1 de abril de 2009

Escrito por: El Juan An.


Los seres humanos de tiempos remotos, parece ser que poseían la capacidad de maravillarse de todas las expresiones de vida en las que se sentían inmersos, establecer comunicaciones con entidades inmateriales, o ser partícipes de experiencias que bien podrían rozar lo prodigioso. Y digo parece ser puesto que cuando una época anterior, no encaja perfectamente dentro de un tiempo lineal, se convierte para las mentes racionalistas en un periodo incierto que más bien tendría que ver con mitos y leyendas, que con un acontecimiento real .

Ni que decir tiene que cualquier documento escrito que pudiera dar testimonio de la veracidad de dichos periodos, termina siendo tachado por los historiadores más ortodoxos y subjetivos con el calificativo de narraciones exóticas, que recogen elucubraciones, infundadas creencias o supersticiones.

Así ha ocurrido con ciertas culturas antiguas, como la cuestionada primera dinastía China, denominada Xiá, a pesar de los recientes hallazgos arqueológicos que vierten luz a favor de su existencia. O de la mítica Atlántida descrita por Platón. O posibles civilizaciones anteriores a la Maya o a la Egipcia.

Podríamos preguntarnos: ¿Qué relación guarda esta explicación con la fantasía y con lo mágico? Pues verán. Leyendo sobre los estilos de vida que estos supuestos seres de la alta antigüedad desarrollaban, así como su forma de pensar y de relacionarse con el medio natural en el que habitaban, podemos apreciar cómo el mundo fenoménico era percibido por ellos con características muy diferentes a como la sentimos los seres humanos de la actualidad.

Todo indica que su dinámica mental se movía hacia una tendencia unitaria, y no dualista como ocurre en los seres humanos modernos. Tanto su pensamiento como su sentir en base a lo que nos ha llegado gracias a las tradiciones animistas, no estaban disociados entre fantasía y realidad, entre materia y espíritu, entre la vida y la muerte, entre el estado de sueño y el de vigilia o entre lo animado y lo inanimado, asumiendo el fenómeno que llamamos vida como un proceso integral, donde la multiplicidad de acontecimientos que componen la existencia, no era más que la aparente e ilusoria diferenciación en partes de una totalidad. De una red que conecta todo con todo. De una trama universal donde los procesos no se dan aisladamente, sino que pertenecen a un solo cuerpo sutil.
Sabemos, merced a la ciencia, que la materia concreta, desde una visión abierta, es una densificación de la energía, que se ha lentificado. Como nuestros sentidos sólo pueden percibir esta realidad concreta, nos lanzamos a pensar que esa es la única realidad, pero honestamente, es una torpeza humana hacer esta aseveración con rotundidad, rechazando la existencia de otros planos de vida. Pues no hemos tenido en cuenta que nuestros sentidos tienen un límite de percepción, y que debido a ello, sólo podemos advertir una parte muy pequeña de las múltiples dimensiones que nos rodean.

Muchas especies animales han desarrollado sus capacidades sensoriales con mayor agudeza y amplificación que los humanos. Así es que pueden percibir movimientos sísmicos con días de antelación, o visualizar imágenes inapreciables para los hombres. ¿Cuantas veces no hemos observado como los gatos caseros dan gañafadas en el aire, dirigiendo el ataque hacia una misma dirección, donde no hay absolutamente nada apreciable? ¿O cuantas veces los perros no habrán ladrado a la pared, con los ojos clavados en algún punto exacto, donde no había nada, ni siquiera sombras? Y no piensen que insinúo que están viendo muertos ni cosas así, ¡no! lo que pretendo explicar es que, si nuestros sentidos tienen una capacidad limitada para apercibirse de la realidad, no estamos en condiciones de definir que es realidad, y que no lo es, ya que ni siquiera podemos comprender, ni interpretar sin dificultades, qué es el mundo concreto, el mundo que vemos, olemos, palpamos y oímos. Obviamente esos animales están viendo algo que para ellos es real, aunque el fenómeno en sí no pertenezca a este plano, y no creo que podamos decir que es fruto de su mente, ya que los estaríamos catalogando como esquizofrénicos, porque entonces todos los gatos y perros del mundo estarían locos.

Exactamente igual sucede con los niños, cuando en sus primeros juegos, incluyen a seres invisibles, con los que comparten su tiempo y su espacio. Con los que se ríen he intercambian secretos. Para estos niños sus compañeros invisibles son tan verdaderos como cualquier otro amigo. No creo que se deba a ningún tipo de trastorno psíquico, ni ninguna inmadurez cerebral. Realmente lo están viviendo con total intensidad y naturalidad.

Quienes sabiamente, son capaces de asombrarse de todo cuanto les rodea, porque asimilan la vida como un acontecimiento, único, insólito misterioso e incomprensible, no hacen distinción entre fantasía y realidad, ya que para ellos un arco iris, un cielo adornado por la Aurora Boreal, o un atardecer cualquiera es un espectáculo mágico y milagroso, que por si mismo tiene connotaciones de fantasía y de ilusión. Por supuesto no están locos, son personas con los pies bien posados en el suelo, pero con la consciencia libre de prejuicios y de dicotomías, por eso no son seres tarados, ya que su mente es atenta, clara y concentrada. Aceptando esta forma de sentir la creación, nos animamos a expresar que habitamos en una realidad fantástica y a la vez toda manifestación, es una fantasía muy real.

Hay una anécdota muy interesante que cuenta como un señor inglés de mentalidad occidental, visitó un lugar de América poblado por aborígenes, y al ver a un indígena hablando con un árbol, se le acercó y con escepticismo le preguntó:

-¿De verdad, tú puedes hablar con los árboles?

Entonces el indígena se giró y le respondió muy sorprendido:

-¿Pero es que acaso tú no?

Es lastimoso que muchas religiones hayan tratado la fantasía como algo negativo y peligroso. Así la imaginación, el vuelo y el fantasear han sido considerados como sombras del diablo a las que hay que apartar a toda costa, . Han propagado la idea de que la fantasía, los cuentos y la magia, son vivencias dañinas porque nos distraen alejando nuestros pensamientos de Dios y de las escrituras. Como si lo divino, siendo una fuerza increíble e inconmensurable, no nos hubiese dado suficiente muestra de fantasía viva, con sus encantamientos, colores, cortejos y oasis. Como si la inagotable creación no contuviese suficiente gracia, chispa, variedad y alegría para crear magia ilusión y filigranas de luceros y paisajes. Como si lo eterno no poseiera recursos humorísticos, para rociar a su antojo el universo, con espirales, ensueños e infinitos hechizos de nebulosas.

Podemos impregnarnos de esa vía sanadora que es la fantasía. Una forma cercana de liberarnos de las limitaciones, de sanar los atascos que nos crea tanta lógica predominante, y la obsesiva materialidad. Toda una oportunidad de sanarnos volviéndonos creativos, rescatando esa inocencia olvidada que los adultos adulterados, queremos abortar en los niños ya desde sus primeras experiencias, inculcándoles la sentencia de la cruda realidad.

Que cruda realidad, ni que pollas en vinagre! Pintémosles coloretes y alas a las penas del alma. Poseemos suficientes entramados neuronales, como para parar cuarenta trenes, quinientos carromatos y diez mil dragones, y luego echarlos a correr y a volar de nuevo si queremos.

Soñemos despiertos.

Sin necesidad de drogas de éxtasis, ni acido, ¡ni su puta madre y padre! ¿Por qué no? Pensemos en un tigre azul sobre el cual galopar entre selvas encantadas. Inventemos un planeta, hecho de aguas coloreadas, que sea habitado por duendecillos de luz, que anden siempre de parranda. porque en la medida en que lo pensamos, lo estamos creando. ¡Ya es real!, ¡existe!, aunque en una esfera vaporosa, etérea, lumínica, a pesar de que lo rechacemos por nuestra férrea inclinación a aceptar como real sólo lo tangible y manipulable.

Acaso todo lo que nos rodea, ¿no es el fruto de una idea, de un pensar, de una imaginación, que luego se transformó en objetos, en casas y ciudades? ¿Cuánto no tendrá entonces de auténtico y valioso el mundo de los pensamientos, que es capaz de proyectarse y generar otros mundos de productos útiles y prácticos?

Usemos todo nuestro potencial creativo. No es malo. No nos va a desconectar patológicamente de la realidad, al revés, nos sintoniza armoniosamente con ella. No es pagano, ni pecado fantasear "¡Joé!" Ni es ninguna debilidad inspirada por demonios ni por “demonias”. Es bucear en las maravillas por descubrir, es volar lejos, muy lejos, envueltos en la belleza de la creación, que nos recuerda con su amor, que juntos somos viajeros en el camino de lo siempre posible.

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